lunes, enero 02, 2006

A MODO DE JUSTIFICACION




El origen de este libro es la consecuencia de una inquietud por la verdadera historia de Melilla, ciudad donde tuve el privilegio de nacer. Cuando comencé a desarrollar la idea, sólo pretendía plasmar en cuartillas algunos de los relatos que escuché en mi niñez y asociarlos con los datos históricos que leía en los pocos libros que conocía acerca de Melilla. Nunca podía imaginarme que llegaría hasta aquí, porque siempre me pareció que aquello no sería sino un entretenimiento que, con el correr los años, me permitiera recordar y deleitarme con todos los hechos recogidos a lo largo de ese tiempo.

Estos datos son también fruto de recuerdos de conversaciones habidas con personas que vivieron y sufrieron los avatares de principios de este siglo. Releerlos será como encontrar ese imán invisible que toda persona teme extraviar en los recovecos de su mente, y que le acerca, a su propia niñez.

D. Benito Pérez Galdós en su Crónica de Madrid dice de los militares:

Felices alumnos de Marte , con cuanta candidez se contonean pisoteando airosamente los adoquines. Pueden Morir por una gran causa nacional o vencer por un fútil arbitro particular. Su obra es grande, sublime, inmortal o pequeña, rastrera o infructuosa, según se pongan al servicio de los pueblos o a las ordenes de un hombre, según apoyen la libertad o patrocinen una ambición. Comen el sustento que una mano les alarga, vístense los trajes que les dan, empuñan el arma que se les entrega y corren en pos de la gloria, de la derrota o de la muerte.

Melilla desde su conquista ha sido militar y lo seguirá siendo siempre, muchas de sus calles llevan en sus rótulos los nombres de grandes militares que perdieron sus vidas por ese trocito de España.

Algunos, como dice Galdós, cuando contoneaban sus cuerpos por los adoquines del Pueblo pasaban, a la vez, toda clase de calamidades. Otros, al servicio de un hombre o del pueblo apoyando la libertad, iban a por la gloria o la derrota y muchos otros encontraron la muerte; pero todos lo hacían por España. Esa Cañada de Horcas Coloradas, Ataque Seco, antigua Rambla del Agua, Cementerio de la Purísima, es el gran testigo con sus galerías de héroes. Su Ángel de bronce guardando el descanso de los hijos de la Patria debe hacernos reflexionar sobre los miles de españoles que hay enterrados allí.

Puede que a alguien le suene esto a arenga chauvinista-cuartelera con la parafernalia propia, y nada mas lejos de mi intención. Quiero dejar bien claro que este libro es una cronología, en síntesis, de hechos que ocurrieron en Melilla desde que D. Pedro de Estopiñán puso sus pies en las derruidas murallas del Pueblo, Rusadir, ahora hace 500 años.

Gabriela Mistral decía:

La imagen materna de la tierra es una actitud de una madre con su hijo en brazos, sus criaturas (seres y frutos) en los anchos brazos.

Ésa es mi tierra, Melilla, ciudad española por excelencia, africana por su situación geográfica, pero con cuerpo español en todas sus dimensiones.

Desde que era niño con pantalones por las rodillas y botas de cuero con pequeña herradura en sus punteras, marchando con un bollo de pan empapado de aceite y azúcar en dirección al colegio de Ataque Seco, hoy llamado España, me ha gustado bañarme de niñez melillense, de recuerdos y de juegos infantiles; porque deben saber que Melilla entonces -en sus calles y plazoletas- se podía pasear y jugar. Eran calles y no aparcamientos de coches, como observo en mis visitas periódicas. En ese colegio tan vetusto y entrañable, no nos enseñaron lo que había detrás de Melilla, lo que verdaderamente ha existido siempre, y aún hoy sigue existiendo: esa especie de miedo a que se rompa las crines que aguanta una espada de Damocles, llamada status quo en el Mediterráneo, y cae sobre ella.

Cada vez que en algún medio de comunicación se publica alguna noticia que atenta a su identidad como española, cada vez que un político hace declaraciones despotricando- porque eso es lo que verdaderamente hace, despotricar y ofender con su ignorancia a todos los nacidos en la ciudad siento la extraña sensación de verla abandonada a merced del depredador norteafricano, nuestro amigo de enfrente. Es una triste verdad que muchos sentimos en lo mas hondo de nuestro corazón. Los que pensamos y hablamos en la Lengua de Cervantes- con todos los respetos a otras lenguas y culturas, tan ligada y pródiga en honra con esta ciudad, forzosamente tenemos que sentir rabia e impotencia al no poder pregonar la verdad, ya sea la incapacidad de respuesta contra nuestros mismos compatriotas que escriben libros y editoriales en favor del abandonismo - no devolución (como creen muchos)-, o por ignorar algunas de las cosas que debemos saber todos.

Siento vergüenza ajena que una minoría de intelectuales que, desconociendo el carácter e idiosincrasia de los nacidos allí, nos llaman peyorativamente super españoles. Creen que queremos usurpar, para nosotros solos, el pabellón de la españolidad y nos llaman colectivo europeo a los melillenses (no musulmanes o moros). Añaden que nuestro españolismo es enfermizo, patológico, fascista y alguna que otra lindeza mas. Ante todos esos apelativos, solo tengo una razón como respuesta: nos sentimos lejos de nuestra Madre debido al aislamiento geográfico, ofendidos por el etiquetado de racistas y colonialistas -sin serlo-, y lo mas triste de todo es que algún peso pesado de la Política (así con mayúsculas), mediante sus declaraciones incoherentes -y falseando la verdad- hace que, a veces, nos sintamos olvidados por la Península.

Melilla es una ciudad como cualquiera otra de la Península pero también es plaza fuerte o plaza militar. Melilla es El Pueblo, Cabrerizas, Batería J, El Del Real, Ataque Seco, Reina Regente, Alfonso XIII. Toda la ciudad está impregnada de vida española, de sangre de muchas generaciones de jóvenes que la dieron con el honor de ser -eso que ahora dicen algunos faltando al respeto debido patriota no patriotero-, amante de su País.

Desde hace muchos años me siento obligado a pregonar -mejor sé que (es bien poco)- la gran historia de mi ciudad. El continuo chantaje que nos viene haciendo Marruecos, junto con nuestra hermana Ceuta, nombrándolas como presidios, y no con sus patronímicos -que los tienen y muy dignos) como ciudades normales que son. Quiero hacer notar que nuestra Real Academia de la Lengua a la palabra presidio la define como una guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas para su custodia y defensa. También significa auxilio, ayuda, socorro, amparo, y finalmente, tenemos la identificación que todo el mundo hace de ella: el establecimiento penitenciario en que cumplen sus condenas los penados por graves delitos. Hoy día, llamar presidios a estas ciudades es una patraña llena de demagogia con el propósito de desviar la atención de lo que no se desea que se sepa dentro de ese País sumido aún en una época de dictadura medieval.

Creo que España, y en este caso Melilla, siempre ha estado próxima a Marruecos, como todo buen vecino que se precie de serlo, con la mano tendida y a una larga distancia de la cultura política ancestral de éste. La filosofía de que tu amigo es el vecino de tu vecino, y tu enemigo es tu vecino, no es la mas acertada para éstas dos naciones.

Al igual que yo, hay muchas personas de buena fe que tenemos la esperanza de la fuerte salud del alma española del melillense, del que marca rumbos positivos a la ciudad, aunque, a veces, se incline por partidos que se olvidan de su patria chica allí donde se cuece todo el potaje de la Nación, llámese Parlamento o Senado.

Con la ironía y el salero de su Málaga natal que le caracterizaba, decía un melillense adoptivo que los africanistas o políticos que conocen el carácter fronterizo de Melilla es una rara especie en peligro de extinción; este venerable anciano se lamentaba por lo que observaba en los ediles municipales. Decía que la ciudad solo necesita que sus políticos sientan la españolidad desde esta otra orilla, o sea, desde Melilla, dejarse de eufemismos demagógicos; que se hagan la idea de que están gobernando una ciudad cualquiera en la Península, pero sin olvidar nunca que están en una ciudad frontera española en África con su peculiaridad e idiosincrasia. Ahí, es donde está el equilibrio político melillense, saber que estás en África pero pisando España.

La esencia de Melilla- dice un amigo peninsular enamorado de la ciudad- la llevo en mi alma como una fuerte condena de dichas y pesares. La historia de Melilla, como decía Don Francisco Mir Berlanga en uno de sus libros históricos, es la de un pasado heroico de aventuras y riesgos que merece ser conocido.

Por mi parte desearía que la lectura de esta cronología sirviera para que muchos compatriotas supieran parte de lo ocurrido en Melilla durante los 500 años que es España.

Aunque Melilla está inmersa en la historia de España desde tiempos fenicios, y quizás desde mucho antes, he tomado como punto de partida las fechas que se relacionan con la conquista de Pedro de Estopiñán.




Melilla dista 125 millas de Málaga, hermana mayor que nunca perdió el cordón umbilical de una misma madre- que mantiene actualmente- y sólo 107 millas de Almería, encontrándose rodeada completamente por el Mare Nostrum y Marruecos.

Su mandatario, Hassan II, dijo una frase muy acertada e inteligente: España y Marruecos son dos países condenados a entenderse , certeras palabras, pero aclarando a S. M. Alhauita que no sea a costa del abandono de las dos ciudades por España. El padre de este monarca, Mohamed V, muerto el 26 de Febrero de 1961, dijo que España, en los 46 años de Protectorado, había sido generosa con su pueblo. En ese sentido yo me remontaría a varios siglos, y aún hoy en día, podríamos asegurar que la generosidad de España para con el pueblo marroquí siempre ha existido y existirá.

Si Joaquín Costa pedía que se encerrara la espada del Cid en su sepulcro con doble llave para que no saliera a nuevas aventuras, yo quiero aclarar que no es mi intención sacar espada alguna, sino más bien sacar flores de paz y concordia. Espero que esta lectura sirva de modesto aprendizaje para los reacios a reconocer la españolidad de Melilla.